Motivación

Al igual que en el resto del mundo, la población chilena está envejeciendo. La proyección del Instituto Nacional de Estadísticas de Chile, con base en el Censo 2017, pronostica que al año 2050 un cuarto de la población será mayor de 65 años[1]. Típicamente, esta misma población pierde progresivamente su independencia debido al deterioro natural de sus condiciones físicas debido al envejecimiento.

Por otro lado, dada la larga geografía de nuestro país y su centralismo, muchos hijos de familias en la zona norte y sur migran a la zona centro en busca de mejores oportunidades de educación, trabajo, salud, entre otras. Pasado el tiempo, estos hijos se asientan en la zona central[2] y sus padres envejecen en su hogar en regiones, entablando comunicación con su familia mediante diferentes mecanismos que les son familiares, tales como cartas, encomiendas y llamadas telefónicas[3].

Muchos adultos mayores prefieren quedarse en sus propios hogares en vez de ser cuidados en una institución profesional debido a que allí están sus pertenencias, recuerdos, afectos, etc. Este ”envejecimiento en el hogar” les permite mantenerse en el ambiente familiar, mantener su independencia y evitar sentir que son una carga para sus hijos o que están siendo despojados de sus pertenencias (físicas y sociales)[4]. Por esa razón se promueve ampliamente a lo largo de todo el mundo, independientemente de la cultura a la que el adulto mayor pertenezca.

Además, el envejecimiento en el hogar es económicamente menos costoso, tanto para la familia como para el Estado. En el caso de este último, los servicios públicos de salud reducen sus gastos y ven también reducida la demanda de cuidados profesionales en los hogares de ancianos y hospitales[5]. Sin embargo, en el caso de Chile el Estado no apoya económicamente a las familias que deciden que sus adultos mayores lleven a cabo su envejecimiento en el hogar. Muchas veces esta falta de apoyo impacta negativamente en la situación económica de la familia del adulto mayor, o hace que los hijos de este último asuman diversos roles como cuidadores[6].

En la cultura chilena se espera que el rol de cuidador sea responsabilidad de los hijos y la familia cercana del adulto mayor[7]. Ahora bien, algunos hijos adultos tienen una vida en lugares alejados de donde residen sus padres, por ejemplo los que viven en Santiago y sus padres en regiones, por lo que regresar a regiones para cuidar a los adultos mayores no es fácil. Incluso aunque logren realizar viajes periódicos, estos no necesariamente llegarían a suplir las necesidades inmediatas de los mayores, especialmente si estos últimos requieren atención permanente. El hacerse cargo personalmente del bienestar de sus seres queridos se vuelve una tarea difícil, así que usualmente recurren por ayuda a los familiares físicamente más cercanos para que acompañen a los mayores[6].

A lo largo de los años las tecnologías de la comunicación entre personas han ido evolucionado, surgiendo servicios como las redes sociales en línea, las plataformas de mensajería instantánea, los sistemas de videollamadas, y dispositivos tales como smartphones que pueden facilitar el cuidado en línea y comunicación con los adultos mayores. Sin embargo, la iniciativa de adoptar estas tecnologías por parte de los últimos, no está presente en la mayoría de los casos[8]. En consecuencia, mientras las generaciones más jóvenes poco a poco dejan de usar los medios de comunicación tradicionales, se empieza a generar una brecha comunicacional que reduce las interacciones sociales con los adultos mayores, que lleva a estos últimos hacia un aislamiento social paulatino.

Referencias

  1. Estimaciones y proyecciones de la población de Chile1992-2050 total país. Instituto Nacional de Estadísticas, Chile, 2018
  2. Departamento Estadísticas Demográficas y Vitales.Población y Migración Interna,Características Sociodemográficas, 1997-2002. Instituto Nacional de Estadísticas, Chile,2008
  3. Siân E. Lindley y Richard H. R. Harper y Abigail Sellen. Designing for elders: exploringthe complexity of relationships in later life. InProceedings of the 22nd British HCIGroup Annual Conference on HCI 2008: People and Computers XXII: Culture, Creati-vity, Interaction – Volume 1, BCS HCI 2008, Liverpool, United Kingdom, 1-5 September2008, pages 77–86, 2008
  4. Yann Riche y Wendy E. Mackay. Peercare: Supporting awareness of rhythms and routinesfor better aging in place.Computer Supported Cooperative Work, 19(1):73–104, 2010
  5. Marén Schorch y Lin Wan y David William Randall y Volker Wulf. Designing for thosewho are overlooked ¿ insider perspectives on care practices and cooperative work ofelderly informal caregivers. InProceedings of the 19th ACM Conference on Computer-Supported Cooperative Work & Social Computing, CSCW 2016, San Francisco, CA,USA, February 27 – March 2, 2016, pages 785–797, 2016
  6. Francisco J. Gutierrez y Sergio F. Ochoa. Mom, I do have a family!: Attitudes, agree-ments, and expectations on the interaction with chilean older adults. InProceedingsof the 19th ACM Conference on Computer-Supported Cooperative Work & Social Com-puting, CSCW 2016, San Francisco, CA, USA, February 27 – March 2, 2016, pages1400–1409, 2016
  7. Francisco J. Gutierrez y Sergio F. Ochoa. It takes at least two to tango: Understandingthe cooperative nature of elderly caregiving in latin america. InProceedings of the2017 ACM Conference on Computer Supported Cooperative Work and Social Computing,CSCW 2017, Portland, OR, USA, February 25 – March 1, 2017, pages 1618–1630, 2017
  8. Ministerio de Desarrollo Social.Chile y sus Mayores: Resultados de la Tercera EncuestaNacional de Calidad de Vida en la Vejez. Chile, 2013